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Por Jose Luis Padilla Corral
 
 
 
 
                  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 El cual, entre otras cosas, es el encargado de el desarrollo, subministro y utilización de la energía celular; también el encargado de reparar el DNA espiral del núcleo y –muy posiblemente- el encargado de transmitir la orden de apoptosis celular y, por qué no, de permanencia constante y reproductiva, como podría ocurrir en el caso de las neoformaciones.
 
Es indudable que en el desarrollo de nuestra especie, la mujer ha estado sometida al implacable mando de la voz, palabra, verbos del hombre. Y no nos cabe la menor duda “especulativa” de que esta vibración ha causado importantes mutaciones y comportamientos varios en los genes del DNA mitocondrial fundamentalmente. Esto va a significar que en el desarrollo de la especie se den numerosas circunstancias y variables que hoy, en el mundo de la medicina genética, se consideren las responsables de numerosas patologías.
 
Los mecanismos de defensa que lo femenino estableció con respecto a la impronta de “ordeno y mando” del masculino, fue –sin duda- una estrategia verbal basada en la complacencia del varón, la  salvaguarda de la prole y la opción de permanencia como femenino. En este orden de sucesiones, lo femenino no depara en gastos a la hora de expresarse y evocar diferentes palabras, verbos, modismos, poesías, cantos… que puedan ser de la aceptación del poder dominante masculino. Todo ello, por supuesto, resulta –por momentos- flagrantemente falso, evidentemente mentiroso y claramente estratégico; está  en juego la supervivencia de la especie y, en estos casos, las consideraciones morales y éticas quedan para otros tiempos.
 
Todo ello configura una interrelación verbal entre el masculino y el femenino de alto índice contaminativo. Razón por la cual, la convivencia y el entendimiento mutuo se hacen difíciles. Y todo esto va a repercutir en el genoma mitocondrial y, subsiguientemente, en el DNA nuclear. Al biso de todos estos abrumadores sucesos, no nos puede extrañar que, al igual que una palabra puede bastar para sanar, muchas –durante siglos- pueden ser suficientes para deteriorarnos.
 
Estas consideraciones –para no alargar más el presente articulo- solo nos sirven para introducirnos, ya con carta de identidad, a la verbogenética, como un proceso que -al igual que la nutrigenética- puede hacer variar el comportamiento transitorio o permanente de nuestros genes y, en consecuencia, `preservar nuestra salud, deteriorarla, alcanzar larga vida, o ser una entidad inmortal.
 
Tiempo tendremos –y les invitamos a todos a practicarlo- para comprobar cómo la modificación del lenguaje, desde la óptica de la sinceridad, puede hacer variar drásticamente el curso de un sufrimiento y la naturaleza del mismo.
 
©Verbogenética-copyright 2013 J.L Padilla Corral

VERBOGENÉTICA

Este término –pensamos- que pertenece al cuño de la Escuela Neijing, ya que no hemos encontrado referencias bibliográficas en este sentido. Y, por tanto, pensamos que nuestra aportación al respecto es original, genuina y, en alguna medida, misteriosa.
 
El hecho de presentarlo en la Red Inspiración femenina obedece a la idea de que, probablemente, todo el sistema circular genético de las mitocondrias, esté sometido a las vibraciones de la palabra (“una palabra tuya bastará para sanar”) Y, en consecuencia, ya que todas nuestras células humanas están cargadas de mitocondrias femeninas, la acción del verbo –sea cual sea el idioma- va a repercutir de una manera clara y precisa en el código genético mitocondrial.

 

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