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Dentro de esas cualidades empezó a ponerse en evidencia que la rata-hembra-esclava podría llegar a ser autosuficiente. De tal forma que podría generar sus recursos y organizarse de manera diferente. La ley de las leyes, según la cual la rata-esclava-hembra no era viable sin el concurso del gato-macho-rey se puso en evidencia. Y aunque pocas ratas-hembras-esclavas ejercían dicho descubrimiento, su evidencia mostraba las opciones que esto podría traer.
 
Otra característica que afloró simultáneamente –aun reconociendo la situación de rata-hembra-esclava- fue el hecho  de empezar a dudar sobre esta ley. Y algunas empezaron a pensar que no necesariamente todas deberían ser esclavas. Sin saber exactamente en qué consistía esa nueva situación, si bien al principio intentaron imitar a las “libertades” de los gatos-machos-reyes, pronto se dieron cuenta de que no era ese el camino adecuado.
 
Quizás, el que algunas no fueran esclavas o pudieran llegar a no serlo, significaría el poder establecer relaciones de infinitas opciones de naturaleza afectiva con todo el entorno que las rodeaba, sin la necesidad del concurso obligado del gato-macho-rey ni de sus leyes.
 
La egolatría de la unicidad de la especie, en algunos de sus miembros, empezaba a ser una dura tarea, y por momentos monótona y con escasos estímulos. Sabedores de que habían empezado a aflorar variables de ratas-hembras-esclavas, algunos optaron por preguntarse qué tipo de naturaleza era esa que, naciendo de inferiores, se tornaban diferentes y capaces.
 
En estas actitudes curiosas, algunos gatos-machos-reyes empezaron a simpatizar con estas ratas-esclavas-disidentes. Y así, por ejemplo, en ocasiones optaron por hacer de la sexualidad, encuentros gratificantes sin la dirección del macho, con la actitud de curiosear las inclinaciones de las hembras esclavas.
 
En estos menesteres, descubrieron que este tipo de relación resultaba, además de novedoso, mucho más gratificante. Además, liberaba a el macho de la responsabilidad del ‘ordeno y mando’. Y, en ocasiones, compartían decisiones que disentían de las establecidas por el poder unitario.
 
Estas situaciones crearon simpatizantes gatos-machos-reyes, los cuales empezaron a delegar funciones, a cambiar el lenguaje, a potenciar los nuevos descubrimientos sin esclavitud, a estar dispuestos a no ser el centro de referencia de los sentires, a hacer de la convivencia sexual una mutua complacencia bajo el continuo descubrimiento de la hembra y el macho.
 
Y es así como con estas pequeñas –pero grandes- disposiciones, se fue gestando una nueva especie, que ni era unitaria ni era dual; era trinitaria. Trinitaria en base a que las experiencias vividas desde el origen, junto con las experiencias que estaban apareciendo, empezaron a promover nuevas perspectivas de convivencia, de relación, de producción…, y un fuerte y decidido empeño en el respeto y en el amor consentido: aquel que no admite leyes, aquel que no admite obligaciones, aquel que no conoce fronteras.
 
Hoy quizás estemos en estos tiempos; en estos tiempos de un brote trinitario que solo vive de futuro, que elabora el presente con él, y que del pasado solo precisa de la historia que nunca más deberá suceder…
J.L Padilla Corral

GATOS Y RATAS… (Continuación)

Y en el transcurrir de este afán por el reino del macho-gato-rey, surgieron algunas disidencias, mínimas, pero significativas, que si bien no ponían en riesgo la “única” especie, sí constituían una posibilidad de una configuración de especie diferente.
 
Corpúsculos de ratas-hembras-esclavas empezaron a descubrirse en algunos aspectos que eran completamente diferentes al reino impositivo. Y siguieron creyendo que estos descubrimientos podrían corresponder a cualidades únicas de las ratas-hembras-esclavas.
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