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“Son los que viven arrebatadamente los suspiros y desean fervientemente la culminación en la muerte”. Este podría ser un intento de definición a propósito de los amantes.
En el otro extremo, podríamos decir que son “aquellos complacientes, amables, serenos, calmos y soportables seres que conviven con el chasquido del té y la galleta.”
Entre medias, podrían situarse "las aventuras de sexo y risa dislocada por consciencias alicoradas, o sumidos en aromas de plantas exóticas. Algún que otro día se cuenta la batalla, y a seguir con… alguien o con “alguienes” de manera estable y ordenada".
Sería injusto olvidar a los que se consideran amantes y, aislados del mundanal ruido, viven de las plegarias, de las alucinaciones, fantasías e historias bien compuestas.
En el ámbito coloquial –ya fuera de las categorías- amantes serían todos aquellos que se aman… un poquito, o un poquito más, pero que rara vez llegarían a amarse con plenitud y sin fisuras.
En otro orden de consciencia, podríamos decir que amantes son aquellos seres que se sienten amados y sienten que aman, sin que sepan ni se pregunten qué es el amor. Las razones y las explicaciones lógicas se apartan, aterrorizadas, de este criterio. Pero, a decir verdad, cuando se está en este nivel, el cuerpo no pesa, la mente se despeja, la palabra se aclara, los sentidos se acrecientan, la alegría es continuada, las soluciones… ¡prestas!, los imposibles… ¡siempre posibles!; y la sensación de eternidad es tan evidente, que no hay ninguna cosa, situación o circunstancia que… ¡pese!
Seguramente, con estos mínimos recortes, cada cual deberá replantearse el grado de amante que es. Probablemente se tenga que empezar, porque nada, aún, se ha realizado.
 
¡Bienvenidos a la consciencia de amantes!

 

AMANTES

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